martes, 27 de agosto de 2019


Representaciones sociales

Instrucción pública vs. Instrucción privada

Dentro de las representaciones sociales que las instituciones traen consigo, me gustaría valorar el impacto socio cultural que le es inherente al quehacer humano y educacional. 
Como protagonistas a cargo de la educación, entendido como conjunto de saberes morales; humanísticos, los actores de la institución educativa deben prever los alcances e intervenciones del rol de la escuela. Es necesario que este enfoque se tome en cuenta a la hora de realizar una planificación estratégica organizada y coherente.
La representación cultural valorativa que tiene hoy día la educación pública está venida a menos por la idea generalizada que el ámbito privado tiene mayor representación social, ocupa un lugar de privilegio por las diferencias edilicias que las caracterizan. Es por eso que en muchos casos, la escuela pública está puesta en segundo lugar que la privada.
Ocurre que en el ámbito universitario estas falencias de representación social paradigmática desaparecen al evaluar los contenidos desarrollados en cada institución. Y su posterior aplicación al ámbito laboral de cada estudiante. Es decir, a pesar de las diferencias edilicias o relacionadas al confort, la educación universitaria pública, en Argentina, ocupa posiciones mundiales mucho más favorables para su presentación institucional como entidad de educación superior.

jueves, 13 de junio de 2019

Diario de formación



                                                                                      

Así llegué a casa después del primer día de escuela.  
La libertad encontraba su primera gran oposición. 
La segunda Institución. 
El formalismo, algo apurado, 
puso las bases para la instrucción básica.
El chico no entiende, pero aguanta.
¿Aguanta?

sábado, 12 de diciembre de 2015

Un libro para Navidad: Leche merengada de Paula Tomassoni


  • Leche Merengada fue elegida con más de 90 votos como la 5ta mejor novela argentina del año, según la encuesta realizada por Libros Elegidos.



Por: Natalia Crespo



El argumento es nimio: los preparativos y la realización de la cena de Nochebuena en una familia de clase media porteña, con sus conocidos rituales, queridos o no, fastidiosos para casi todos:  el arbolito, el pionono, el vittel toné. El lenguaje de Leche merengada es espontáneo y fresco, sin excesos pero tampoco despojado ni telegráfico. Nada, al parecer, se sale de lo que podría ser la narración, cercana a lo oral, del discurrir de la vida misma, del día a día, de una mujer de 37 años separada y con dos hijas chicas. Y, sin embargo, como nos suele ocurrir con la buena literatura, toda anécdota se torna mucho más que la mera anécdota. Cada escena se va espesando con una dimensión alegórica o simbólica propia de la leche merengada. Transportar en el auto el cordero que comerá la familia en Nochebuena agobia porque no es sólo eso: es la angustia de la conductora que debe compartir un espacio pequeño con un animal muerto que gotea sangre. El gusto del primo Julio por coleccionar mariposas es, además del afán zoológico, una escena de sadismo con reminiscencias eróticas. Comprar un shampoo para cabellos resquebrajados es un modo posible de atravesar un duelo, de querer reponerse de otras fisuras, mejor arraigadas que los pelos debilitados. Un marido que le tira pedos a su esposa debajo de las sábanas que él mismo traba con su cuerpo nos habla, en verdad, de la asfixia de ese matrimonio.  Un padre que cuelga de un árbol la malla de su hijo y vocifera su desnudez no es sólo eso: es la imagen que mejor condensa la humillación del fuerte hacia el débil. Y así sucesivamente: cada vivencia, cada recuerdo, es eso y otra cosa. La vida de Marina, la protagonista, avanza entre su presente y sus recuerdos de la infancia, en un cotejo que despliega cada vez múltiples sentidos. Lo cotidiano es la sumatoria de actividades para cumplir (o acaso para sobrevivir), pero también es otra cosa, es el cauce de un río subcutáneo que va marcando el paso del tiempo, el recuerdo de los que no están, las ilusiones que, a pesar de todo, aun quedan sobre el futuro. En fin, una preciosa novela, ideal para regalar en Navidad.

Título: Leche merengada
Autor: Paula Tomassoni
Editorial: EME

martes, 1 de diciembre de 2015


Guía de estudio de la ética kantiana


La ética del deber


La ética kantiana y el objeto de su estudio

El objeto de la ética kantiana es el bien absoluto. Dice Kant: “(…) Ni en el mundo, ni en general, fuera de él, es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción, excepto una buena voluntad.” Desarrollemos, entonces, el uso que solemos darle a la palabra “bueno”. Por lo general empleamos el concepto “bueno” agregándole un complemento, el concepto utilizado de forma cotidiana funciona como un condicional, es decir, “si x entonces y”, esto es denominado enunciado condicional. Para que algo pueda ser determinado como “bueno” debe existir un sustantivo o una construcción verbal precedente determinada. He aquí un ejemplo: el cuchillo es bueno para cortar carne. De esta forma, el concepto está siendo ligado al relativismo del lenguaje cotidiano.
Sin embargo, para fundamentar la ética, Kant requiere de un concepto sin ningún tipo de restricción, (es decir algo bueno en sentido absoluto y universal), para que la fundamentación de la ética se encontrara en la filosofía. Retomando la cita, Kant insiste que lo bueno absoluto y universal es la buena voluntad. Todo lo que provenga de la buena voluntad será bueno en sí mismo. En este sentido, Kant anuncia, a su vez, que todo lo que realicemos no será bueno o malo de acuerdo a nuestra felicidad, (contraposición directa a la ética de las virtudes aristotélica) dado que la misma es enteramente contingente y relativa al individuo y su cultura. Se insiste que lo único que puede sostener una fundamentación universal y filosófica para la ética es la buena voluntad.


Relación  entre “buena voluntad” y accionar

Luego de explicar la fundamentación de la ética en la buena voluntad, Kant debe separarla del principio de la acción. Es necesario aclarar que por un lado se encuentra la voluntad que es el “querer”, y por otro el accionar que es la ejecución de la acción y sus consecuencias. Al centrar la buena voluntad en el interior del hombre, entendemos a la buena voluntad como una facultad universal de las personas.
En este sentido, Kant entiende que es la buena voluntad  lo de real importancia y no la consecuencia de la acción que ella misma [la buena voluntad] haya motivado e iniciado, que ocurre y se realiza en el plano de los hechos. Así es que se logra una separación de lo empírico (lo que pertenece al mundo de los hechos) de lo trascendental (lo que ordena el mundo de los hechos y no pertenece a él): si el resultado obtenido de una acción dirigida por la buena voluntad no es positivo, no se lo debe pensar de manera inmoral, dado que la buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, sino que es buena en sí misma. Y, a su vez, cabe aclarar que una voluntad buena es aquella que actúa por deber.


Diferencia entre las acciones realizadas “por deber” y las realizadas “conforme al deber”

Dentro de lo desarrollado por Kant, existe una diferenciación entre acciones realizadas por deber y acciones realizadas conforme al deber. Primeramente, distingue entre lo que denomina como “inclinaciones” que son ni más ni menos que los deseos de la persona, sus percepciones, sus motivaciones, etc. y lo que entiende por deber. Si bien actuar por inclinación no es para Kant un acto inmoral, no tiene su fundamentación en un sentido moral, por lo que, actuar moralmente es actuar por deber. Es decir, nuestra voluntad puede relacionarse con el deber y efectuar acciones morales.
Sin embargo, aquí Kant explica tres formas que posee nuestra voluntad para relacionarse con el deber. Las acciones que se realizan en contra del deber, es decir, aquellas que infringen las normas y nos conducen a actuar inmoralmente. Las acciones que se realizan conforme al deber, son aquellas acciones dirigidas por las inclinaciones (sentimientos, percepciones, conveniencias, etc). Es decir que, el cumplimiento de la ley sucede por una suerte de conveniencia, o apreciación del individuo, ejemplifiquemos esta noción. Kant toma el ejemplo del mercader que no sube sus precios a compradores inexpertos, sino que los mantiene igual incluso frente a los niños; pero dirá Kant que si bien es una acción honrada, esta no alcanza para ser calificada por deber, sino que lo que el mercader buscaba en última instancia era sacar algún tipo de provecho de la situación. Por lo tanto, según la ética kantiana, esta acción no es auténticamente moral.
Finalmente, las acciones realizadas por deber, son aquellas que no son teñidas de ningún tipo de inclinación. Son las acciones realizadas por el deber mismo. Dirá Kant: “el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley.”
Explicado esto, entendemos por qué es necesario tener pleno conocimiento del motor que impulsa las acciones de los hombres, tanto si son realizadas por algún tipo de inclinación como si no lo son. Las acciones que sean motivadas por las inclinaciones no serán acciones morales, en cambio las realizadas por el simple respeto a la ley serán auténticamente morales.
Aquí tres ejemplos de acciones realizadas conforme al deber:
a.    Un individuo x realiza donaciones a la caridad movilizado por un sentimiento de compasión y piedad, como se ha dicho, esta acción no es inmoral, pero no puede ser entendida como una acción efectuada por el deber, ya que su motivación fue iniciada por una inclinación.
b.    Una persona comienza a cuidar a un familiar que se encuentra afectado por una enfermedad, pero la persona es motivada por el miedo que le induce la idea del fallecimiento del familiar en cuestión; esta acción aunque no inmoral, no es realizada por deber, sino por una inclinación: el temor.
c.    Un individuo que se encuentra enfermo decide de todas formas asistir a su trabajo, pero su razón se origina en la idea de que le descontarían el sueldo de ese día, y no porque su obligación fuera asistir al día laboral. Esta acción también es conforme al deber dado que la asistencia del hombre a su trabajo no fue impulsada por su deber de asistir, sino que su razón encontró fundamento en una inclinación.

¿Qué prevalece al alejarnos de las inclinaciones?
El hombre es un ser que puede conocer la ley y ser consciente de ella. Dice Kant: “(…) Puesto que he sustraído la voluntad a todos los impulsos que podrían apartarla del cumplimiento de una ley, no queda nada más que la legalidad universal de las acciones en general (que debe ser el único principio de la voluntad); es decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal.”
Es decir, el hombre puede ser plenamente consciente de la ley moral porque aquella reside en la razón. He aquí una universalización de lo racional. De esta forma, si se siguiera lo que la razón indica, apartando del camino las inclinaciones, se accedería por este camino a la ley moral. Prevaleciendo plenamente el deber por el deber, una vez dejadas de lado las inclinaciones y los impulsos.

Imperativo categórico (moral), y otros tipos de imperativos
Para comenzar a explicar el imperativo categórico de la ética kantiana, tengamos en cuenta que un imperativo es una ley, entendida como ley moral dentro de este ámbito ético. A su vez, el imperativo categórico no requerirá de un antecedente condicional para ordenar (“hay que hacer x”), como así sí lo necesitarán los imperativos hipotéticos de los que hablaremos luego.
El Imperativo categórico funciona como una ley formal y carente de contenido, es decir, se la debe entender como un mandamiento que debe poder ser universalizado. La ley moral está siendo sujetada por este imperativo (de hecho, la ley moral es un imperativo categórico) que insiste en que nuestro accionar pueda ser pensado como un universal. Por esto utilicé la noción de “ley formal”, ya que al carecer de contenido puede ser pensada como una suerte de “fórmula” por la cual el accionar debe someterse para entenderse como moral o no. Esto permitiría entender si mi máxima (la acción que someteré a la universalización del imperativo) respeta la ley moral.
Por otro lado, los imperativos hipotéticos, como ya se ha mencionado, sí necesitan de una precondición dada. En este caso, la fórmula condicional sería “para conseguir x, debes hacer y”. Los imperativos hipotéticos buscan obtener un fin específico, mientras que a diferencia, el categórico sólo ordena sin necesidad de una condición predeterminada. He aquí un ejemplo de un imperativo hipotético: “Si quieres aprobar el examen, debes estudiar.”

De esta forma, cerramos la guía de estudio luego de una debida interpretación de los puntos específicos y relevantes a tener en cuenta al momento de realizar un análisis al corpus de la ética kantiana.


jueves, 26 de noviembre de 2015

                El sonido de la ausencia






Otaku es la novela de Paula Brecciaroli donde nos muestra la vida de Gastón a partir de su cumpleaños número 40.
Gastón es Otaku, acaso el primer representante de una cultura que llegó con fervor a Buenos Aires, empujado por la globalización de este postmodernismo tardío que pone en vilo a toda una cultura regida por las falencias del mundo occidental, que entiende al otro y lo percibe de manera peyorativa.


De igual manera en que lo hace Kandinsky cuando analiza la física del color, encontraremos en la novela el tono correspondiente a los estados de ánimo del protagonista, a ese estado de ánimo que solo puede explicarse a través de la sensación de ausencia que el color negro trae consigo. Y será la ausencia misma de Gastón, quién intentará, desde su fuero interno, comprender cómo es que el pasado, junto a sus emociones presentes, emergen desde la oscuridad total de su cuarto en un departamento citadino donde se gana la vida ayudando a su padre plomero.

La autora muestra, con una prosa ágil y ese ya clásico sello Paisano de prolijidad absoluta,  cómo la representación exterior nos permite comprender el mundo a través de nuestros sentidos para crear emociones o colores que nos llevarán hacia nuevos estados sensoriales. Hacia nuevas obsesiones.  Es así que Gastón, al verse implicado de manera indirecta sobre un conflicto, despertará su necesidad obsesiva de transgresión para volver a ser aquello que brilló fuerte en un pasado.

La unión familiar, es decir, el reencuentro con su madre, que si bien lo acepta de mala gana, servirá para acercarse a su hermana, una vez que el padre le muestre que realmente está solo a través de su nuevo estado de felicidad.

La novela se construye a través de binomios dicotómicos que harán oscilar al personaje dentro de una constante discordancia entre la cultura que siente propia y la edad que vive.

“Estos pibes se creen Otakus”, dice Gastón y en aquélla reflexión ensimismada encontramos la fuerza necesaria para hacer que los colores, gracias al gusto de la emoción, transmuten hacia otros tonos, inclinándose hacia ese amarillo fuerte, qué expande y pide a gritos moverse de aquí para allá.

Gastón entiende sus sentimientos y percibe su realidad de la misma manera que lo hace con los caños que arregla. Con las tuberías que destapa. Siempre guiado por la urgencia. Y de esa manera se deslizará la certeza de que es imposible reconstruir un pasado más que en las emociones venideras, en la felicidad futura que propone un presente lleno de ausencias. 

Título: Otaku
Autor: Paula Brecciaroli
Páginas: 84
Editorial: Paisanita Editora
Año: 2015