jueves, 26 de noviembre de 2015

                El sonido de la ausencia






Otaku es la novela de Paula Brecciaroli donde nos muestra la vida de Gastón a partir de su cumpleaños número 40.
Gastón es Otaku, acaso el primer representante de una cultura que llegó con fervor a Buenos Aires, empujado por la globalización de este postmodernismo tardío que pone en vilo a toda una cultura regida por las falencias del mundo occidental, que entiende al otro y lo percibe de manera peyorativa.


De igual manera en que lo hace Kandinsky cuando analiza la física del color, encontraremos en la novela el tono correspondiente a los estados de ánimo del protagonista, a ese estado de ánimo que solo puede explicarse a través de la sensación de ausencia que el color negro trae consigo. Y será la ausencia misma de Gastón, quién intentará, desde su fuero interno, comprender cómo es que el pasado, junto a sus emociones presentes, emergen desde la oscuridad total de su cuarto en un departamento citadino donde se gana la vida ayudando a su padre plomero.

La autora muestra, con una prosa ágil y ese ya clásico sello Paisano de prolijidad absoluta,  cómo la representación exterior nos permite comprender el mundo a través de nuestros sentidos para crear emociones o colores que nos llevarán hacia nuevos estados sensoriales. Hacia nuevas obsesiones.  Es así que Gastón, al verse implicado de manera indirecta sobre un conflicto, despertará su necesidad obsesiva de transgresión para volver a ser aquello que brilló fuerte en un pasado.

La unión familiar, es decir, el reencuentro con su madre, que si bien lo acepta de mala gana, servirá para acercarse a su hermana, una vez que el padre le muestre que realmente está solo a través de su nuevo estado de felicidad.

La novela se construye a través de binomios dicotómicos que harán oscilar al personaje dentro de una constante discordancia entre la cultura que siente propia y la edad que vive.

“Estos pibes se creen Otakus”, dice Gastón y en aquélla reflexión ensimismada encontramos la fuerza necesaria para hacer que los colores, gracias al gusto de la emoción, transmuten hacia otros tonos, inclinándose hacia ese amarillo fuerte, qué expande y pide a gritos moverse de aquí para allá.

Gastón entiende sus sentimientos y percibe su realidad de la misma manera que lo hace con los caños que arregla. Con las tuberías que destapa. Siempre guiado por la urgencia. Y de esa manera se deslizará la certeza de que es imposible reconstruir un pasado más que en las emociones venideras, en la felicidad futura que propone un presente lleno de ausencias. 

Título: Otaku
Autor: Paula Brecciaroli
Páginas: 84
Editorial: Paisanita Editora
Año: 2015

jueves, 12 de noviembre de 2015

La catedral de los negros





Marcial Gala Olivera nació en La Habana en 1965, se radicó en la ciudad de Cienfuegos. La Catedral de los Negros es su primera novela editada por la editorial Corregidor.

Es autor de los libros de cuentos “Enemigo de los ángeles”, “El Juego que no cesa”, “El hechizado”, y de la novela “Sentada en su verde limón”. “La Catedral de los Negros” obtuvo los premios Alejo Carpentier y Premio de la Crítica en el año 2012.



La Catedral de los Negros es una novela situada en la ciudad de Cienfuegos, Cuba, y está contada en primera persona,  donde en un formato testimonial se completa y complementa, se refuta y se valida mediante la interacción de los personajes. La llegada desde Camagüey de una familia cristiana al barrio de Punta Gotica significa el punto de partida para esta historia coral, polifónica. El padre, Arturo Stuart, al poco tiempo es nombrado tesorero de la congregación del Santo Sacramento y se encarga de reunir fondos para la construcción de un templo que supere todo lo visto hasta ahora en Cuba.
Desde este momento las vidas de cada uno de los personajes se ven signadas a la sombra de la Catedral que cada día se alza más en Cienfuegos.

Violencia, alienación, marginalidad, la desinformación y el egoísmo al extremo son puntos de inflexión que marcan las diferentes personalidades, que corresponden a una época de desarraigo y adaptación de un país como lo es Cuba, tras la caída del comunismo. Obrando desde este enfoque sobre la monstruosidad humana el autor revela la inexactitud del hombre nuevo que se busca, al menos en Occidente, desde el final de la Segunda Guerra Mundial.  

Marcial Gala teje el hilo del relato de Ricardo Mora Gutiérrez, alias El Gringo, como factor aglutinante entre la multiplicidad de voces que conforman la novela, siendo el trasfondo la construcción de la Catedral del Santo Sacramento, que el pueblo tercia en llamar La Catedral de los Negros, y la sospecha compartida acerca del mal que afecta a la familia llegada de Camagüey.

Desde lo humano, desde lo existencial, desde lo filosófico y lo religioso, siempre desde la condición política -y no partidaria- del ser humano es que se forma la polifonía que compone este relato, situado en la Cuba tras la caída de la URSS, donde, a primera vista, nada parece guardar ninguna relación con Revoluciones o Guerras, y este panorama se mantiene hasta el final.

Marcial Gala posee una vasta experiencia en talleres literarios para jóvenes y adultos. Ha participado en conferencias en diferentes ferias de libros de La Habana, Santo Domingo y Guadalajara, ha dado conversatorios sobre literatura y cultura cubana durante las ferias de México y República Dominicana y ha oficiado como jurado en diversos concursos y eventos literarios (narrativa y poesía), ocupación que actualmente desempeña, y, además, organiza una peña cinematográfica y literaria en la ciudad de Cienfuegos. Es miembro de la Unión de escritores y artistas de Cuba, UNEAC.

Sus premios: Nacional de talleres literarios, Nacional Pinos Nuevos de cuento 1999, premio de la Ciudad de Cienfuegos en cuento y primera mención del mismo premio con su cuaderno de poesía ‘Viendo pasar un extraño pájaro de ala azul’; Premio de la revista Matanza al mejor texto publicado en cuento y en poesía durante los años 2010 y 2011. En cuanto a novelas es premio nacional Sed de Belleza y en el 2012 ganó el Alejo Carpentier — el más importante que se otorga en su país—con su obra ‘La catedral de los negros’, que a su vez resultó premio de la crítica a los mejores libros publicados en Cuba en el 2012.

Título: La catedral de los negros
Autor: Marcial Gala
Año: 2015
Páginas: 240
Editorial: Corregidor

jueves, 5 de noviembre de 2015

Las mil y un maneras de ser wacho hoy



Por: Aldana Perazzo

Guacho: 1. Animal, que siendo de teta, ha perdido a la madre y se cría en las casas. 2. Huérfano. 3. Hijo ilegítimo. Del quechua Wácha: indigente y fam. huérfano” (Novisimo Diccionario. Corregidor, 2014). Wacho: el pibe sin laburo que tiene que salir a buscar casa porque lo echaron de la suya. Wacho: El pibe que se enamora de una actriz porno y le escribe una carta. Wacho: el hijo que tras la muerte de la madre se reencuentra con un pasado de hermanastros golpeadores. Wacho: el hombre que caga a su mujer y es abandonado. Wacho: la vieja en el geriátrico que espera que alguien la peine. Wacho: el remisero que se calienta con la pasajera de 16. Wacho: la mujer que escucha voces porque no puede lidiar con la realidad. Wacho: el pirómano que sorbía nafta cuando era chico y terminaba en el hospital. Wacho: el hijo que no nace. 
“Tiene tantos estilos que no sé con cuál quedarme” dice el chico enamorado de Jada Fire. Con Rulos, raya al medio, al costado, la actriz lo enamora aun cuando no se conocen. La madre del chico se horroriza al descubrir los videos en la computadora del hijo. El chico dice: “Ella no entiende nada porque nunca estuvo enamorada, ni siquiera de mi viejo, que lo enganchó curtiendo con su propio hermano y se mató”. Y después de esta declaración sigue con su vida, con la esperanza de algún día conocer a la mujer que solo ve en viejos videos xxx. Porque ninguno de los personajes de los diez cuentos que integran Los wachos llora por lo que les pasó. Todos tienen incorporado a sus vidas ausencias que buscan suplir mientras cumplen con sus obligaciones. La falta del padre como factor común. Orfandad. Las “sesiones maratónicas de masturbación” como vía temporal de escape, el sexo como aditivo al vacío que sienten, lo tragicómico al servicio de la historia.
Contrario a muchos autores, Lezcano piensa su obra en función de un título, al que le gusta definir como la “colonización de un continente” y se ata al mismo para brindarle al lector diez cuentos totalmente distintos entre sí, pero que juntos, uno atrás de otro, construyen un mismo sentido.
Dice la contratapa del libro que el escritor es heredero del realismo sucio norteamericano. Y es que hay en sus relatos algo de minimalismo carveriano, de contar la historia a través de lo que no se cuenta para pegarte una trompada final con un tema de Los del Fuego de fondo. Hay en Camerún —quinto cuento del libro— mucho de Junot Díaz en su Guía de amor para Infieles. Comparte con el relato del dominicano el narrador en segunda persona, el narrador infiel abandonado que se da cuenta tarde de lo que perdió y pierde, entonces, su ego.
No es casualidad que el periodista, docente y escritor, cierre el libro con “El futuro del dinero”, acaso, el cuento que condensa todas las posibles lecturas que se hayan desprendido  de los anteriores. Una historia sobre juventud. Sobre la soledad. Sobre la disrupción padre-hijo. Sobre las decisiones irreversibles que tomamos de manera precipitada y las consecuencias que debemos afrontar.
Microrrelatos, cuentos divididos por capítulos, frases cortas, contundentes, coloquiales, dignas de pibes de barrio, de pibes que se refugian en las esquinas, Lezcano nos muestra las mil formas de ser wacho en estos tiempos. Una wachitud que tarde o temprano nos llega a todos, por muchas veces que hayamos ganado en el Juego de la Vida cuando éramos chicos y creíamos que teníamos todo bajo control.


Título: Los wachos
Autor: Walter Lezcano
Páginas: 93
Editorial: Conejos
Año: 2015


lunes, 2 de noviembre de 2015

Siete casas vacías de Samanta Schweblin

                                         Un gótico doméstico


La nueva colección de cuentos de Samanta Schweblin, Siete casas vacías, que recibió este año el IV Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero, confirma una mirada y un universo literario únicos en el panorama narrativo contemporáneo. En sintonía con sus libros anteriores, Schweblin desenvuelve ambientes en los cuales la imaginación gótica (las sombras, la oscuridad, los monstruos interiores) se apodera de la domesticidad y la sobrepasa. Los siete cuentos de esta colección forman un conjunto de “casas vacías” signadas por tensiones humanas que, a pesar de su domesticidad, o quizás como consecuencia de ella, la autora aborda a partir de las leyes de lo onírico y lo espectral.

Por: Nicolás Campisi

Así, los relatos de Schweblin desarrollan paisajes de la pérdida y la despertenencia que se enrarecen cuando la carga del pasado primitivo (“cavernario”, diría Schweblin) invade el presente y se corporiza en los objetos y los personajes.
En “Nada de todo esto”, la madre de la narradora se obsesiona con las casas ajenas (con mirarlas, invadirlas, ordenarlas como si fueran la propia) como una forma de suplir la ausencia de su marido. La obsesión material-afectiva de su madre con darle orden a las casas y los objetos ajenos parte de una carencia en los propios espacios de habitabilidad. “¿Querés uno de esos livings? –le pregunta la narradora, irritada de ser su cómplice– ¿Eso querés? ¿El mármol de las mesadas? ¿La bendita azucarera? ¿Esos hijos inútiles? ¿Eso? ¿Qué mierda es lo que perdiste en esas casas?”. Revolver las casas ajenas se convierte en una parte constitutiva del proceso de catarsis personal. Los objetos son cadáveres que hay que volver a enterrar, espacios de reconciliación con el pasado.

“Mis padres y mis hijos” narra la desesperación de perder a los hijos en una casa ajena, la de los padres enfermos del narrador, a trescientos kilómetros de distancia de la ciudad. En “Pasa siempre en esta casa” una madre tira la ropa de su hijo muerto al patio de su vecina –la narradora– todos los días, mientras que el padre la recupera y la pone de nuevo en su propia casa. Lo que está en juego en este relato son dos modos de convivir con la pérdida del hijo y con el mundo material de los afectos. La madre no puede soportar la presencia de su hijo a través de la ropa inservible, mientras que el padre ve la convivencia con la materialidad de la ropa como una etapa inextricable de su proceso de duelo. “Un hombre sin suerte” está narrado por una niña de ocho años a la que un extraño seduce y convence de ir a comprar una nueva bombacha. Aquí la materialidad de la ropa –la bombacha– se convierte en el signo no ya de lo afectivo, sino de lo depravado y lo corrompido.

En “Cuarenta centímetros cuadrados” la suegra de la narradora le encarga la tarea de comprar aspirinas cerca de la medianoche y le cuenta una historia para que la viva en carne propia. En este cuento salir de la casa significa enfrentarse con la ciudad vacía/desconocida/oscura y con los espacios de habitabilidad corporal (¿cuál es el lugar de nuestro cuerpo, no sólo de nuestra persona, en el mundo que nos rodea?). En “Salir” se repite el motivo de la huida doméstica: la narradora escapa de su casa en bata de baño y con el pelo mojado. En el ascensor se cruza con un hombre que dice ser “escapista”, una palabra cuya ambigüedad sugiere tanto la tarea de arreglar escapes de auto, como la prolongación del regreso al espacio doméstico, a su aniversario de casado. Este es un relato sobre los modos de escapar de la casa para encontrarse nuevamente con la ciudad vacía, oscura, anclada en el límite de lo real y lo onírico.

El cuento –o nouvelle– más brillante y el que constituye la columna vertebral de la colección es “La respiración cavernaria”. La protagonista del cuento es Lola, una anciana que mientras desea morir sin lograrlo, enajena a todas las personas que la rodean. Frente a la imposibilidad de morir, Lola se aboca a la tarea de “organizarlo todo, aminorar su propia vida, reducir su espacio hasta eliminarlo por completo”, a la necesidad de clasificar y catalogar los diferentes objetos de la casa, domesticarlos antes de que éstos la domestiquen a ella. La analogía a lo largo de la colección entre casas y cajas señala la pesadumbre de lo material, la convivencia con objetos de toda índole que tienen una carga afectiva propia. La escritura de Schweblin replica la violencia de su materia narrativa a través de frases cortas y tajantes, similares a la “respiración cavernaria” de Lola en el relato. La mirada descarnada de Schweblin sobre las oscuridades de lo humano ha producido un proyecto literario sin equivalentes en el panorama literario actual, un proyecto que se sumerge a paisajes del vacío y sale con información clave sobre los vínculos humanos, la incomunicación y la pérdida.

Algunas de las ficciones argentinas más interesantes de los últimos años juegan con las reglas del género gótico y las subvierten, las inscriben en espacios y tradiciones nacionales. Uno de los casos recientes más paradigmáticos es Bestias afuera de Fabián Martínez Siccardi, que se inserta en la tradición de la novela gótica inglesa y la desplaza hacia un contexto patagónico: los animales salvajes del campo argentino son una excusa para explorar universos reprimidos de la bestialidad interior. En El año del desierto de Pedro Mairal se trata de exteriorizar las bestias de la historia argentina en clave pesadillesca, a través de un rewind que recorre medio siglo de historia americana. Siete casas vacías también se adscribe a la tentativa de exteriorizar las bestias interiores (y viceversa), así como de plantear tramas de la domesticidad familiar –como es sabido, los romances góticos del siglo XVIII inglés parten de tramas sobre la familia y las estructuras patriarcales– que están atravesadas por procesos de “desfamiliarización”. En este extraordinario compendio de universos desfamiliarizados, Schweblin desarrolla una especie de gótico doméstico en el que lo fantasmagórico emerge siempre desde la superficie de lo real.

Nicolás Campisi
Estudiante de doctorado en Brown University

Siete casas vacías. Samanta Schweblin. 
Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 123 páginas.